03 Mar ESPAÑA Y LAS NUEVAS FUENTES DE ENERGIA
Las ‘pastillas’ que alimentan las nucleares. JUZBADO, pueblo salmantino de 200 habitantes es la clave para comenzar a desarrollar el combustible nuclear. La única fábrica española de combustible nuclear. Ahora, va a cambiar su modelo de producción para encontrar su hueco en un mercado inquieto por los vaivenes del mundo que tan directamente están complicando el suministro de energías necesarias.
Expansión, diario digital y de papel difundió una noticia, firmada por José Pichel que se merece toda la atención posible en este mundo tan necesitado de alternativas para conseguir evitar la dependencia de los grandes suministradores de energías:
En apenas un año, la guerra de Ucrania ha supuesto todo un vuelco para el mundo de la energía y la geopolítica. Desde entonces, Europa ha tenido que adaptarse para no depender de Rusia y para evitar engordar las arcas del Kremlin, y que ahora serán las arcas de EE UU las que engorden incluso más que las rusas. La búsqueda de alternativas para garantizar el suministro de combustibles se ha centrado en el gas y, en menor medida, en el petróleo. Sin embargo, casi nadie ha dicho nada acerca del uranio que alimenta las centrales nucleares de muchos países. El mercado también está a punto de cambiar en este sector energético y la clave está en España.
La pequeña localidad de Juzbado, a poco más de 20 kilómetros de Salamanca, alberga la única fábrica de combustible nuclear española. En el resto de la Unión Europea, solo se produce en Francia, Alemania y Suecia. Enusa (Empresa Nacional del Uranio, S.A.) es una empresa pública participada por la SEPI (60%) y el CIEMAT (40%) que se encarga de recibir óxido de uranio enriquecido en forma de polvo y convertirlo en elementos combustibles; es decir, pastillas que van ensambladas en grandes tubos listos para viajar a las centrales nucleares. Es una pequeña pastilla cilíndrica que no llega a un centímetro ni de largo de ni diámetro, pero «podría abastecer de electricidad a una casa de 300 metros cuadrados durante un año», afirma Javier Montes, director de operaciones de Enusa. Dan ganas de guardársela en un bolsillo y ahorrarse la factura de la luz. Solo hay un pequeño problema: para que produzca energía tiene que pasar por un reactor.
Tenemos la única fábrica de elementos combustibles nucleares de España, una de las cinco que hay en la Unión Europea (las otras se localizan en Francia, Alemania, Reino Unido y Suecia). Juzbado, está a poco más de 20 kilómetros de Salamanca, una doble valla separa sus instalaciones del paisaje de dehesa que la rodea.
Hasta aquí llega óxido de uranio enriquecido en forma de polvo, como si fuera harina, procedente del Reino Unido y Estados Unidos. De aquí sale convertido en elementos combustibles, es decir, tubos cilíndricos de aleaciones de circonio agrupados en haces de más de cuatro metros de longitud que contienen las pastillas, listas para viajar hasta centrales nucleares españolas y del extranjero. Alrededor del 60% de la producción va para clientes de Francia, Bélgica, Alemania, Suecia y Finlandia.
Sin embargo, «si Enusa existe, es por el sector nacional; esa solidez es la que nos hace salir al exterior», asegura el director de la fábrica. Los servicios que se ofrecen a las centrales españolas —suministran a todas menos a Trillo, que se nutre de Alemania— incluyen el transporte y la asistencia en la recarga de combustible, entre otras operaciones. Por eso, producir 100 toneladas de combustible nuclear cada año para España supone en realidad mucho más negocio que hacerlo para el extranjero.
Asi se fundó y comenzó Enusa en 1972 con el nombre de Empresa Nacional del Uranio, S.A. y sigue siendo una empresa pública participada por la SEPI (60%) y el CIEMAT (40%). En 1985 puso en marcha la fábrica de Juzbado, que cuenta con 350 empleados, y en 1989 comenzó a exportar.
Sin embargo, sus ataduras al sector nuclear español plantean dudas sobre el futuro porque la ministra para la Transición Ecológica, (La incompetente)Teresa Ribera, fijó el final de este tipo de energía para 2028 cuando llegó al cargo el año pasado, aunque recientemente ha señalado que podría prorrogarse el plazo hasta 2035.
«No hay un calendario de cierre». Según Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030, que recoge estas medidas, no es más que un plan director que en realidad no establece nada definitivo: «En este momento no hay un calendario de cierre», afirma en una visita para periodistas que su entidad ha organizado en Juzbado.
No obstante, la planificación de la producción en la fábrica de combustible se establece a muy largo plazo, con contratos a cinco años vista y complejos estudios sobre las necesidades de las centrales, que cambiarían radicalmente ante la posibilidad de un cierre. Por eso, Enusa baraja todos los escenarios: «Trabajamos en este sector y creemos que la tecnología nuclear tiene o debería tener muchos años de vida», comenta Javier Montes. En cualquier caso, «nosotros intentaremos buscar clientes donde podamos».
Es más, el apagón nuclear de Alemania, previsto para 2022, sí que plantea dudas acerca de la continuidad o al menos de la capacidad de suministro de sus homólogos en aquel país, los fabricantes de combustible nuclear germánicos, así que no descartan que se le abran nuevas puertas.
Ucrania, en el punto de mira. En este punto la cuestión ya no es meramente económica, sino geopolítica. La empresa pública española está trabajando para poder vender a Ucrania. Las centrales funcionan con distintos tipos de combustible y las ucranianas dependen de uno que le suministra Rusia, convertida en la actualidad en su principal enemigo.
No hay peligro, estas plantas son totalmente seguras. La zona en la que se lleva a cabo el proceso cerámico es la más delicada. El objetivo es transformar el polvo en pequeñas pastillas. En realidad, se parece mucho a cualquier producción de cerámica, con hornos que trabajan de forma ininterrumpida las 24 horas del día de lunes a viernes a altísimas temperaturas. La única salvedad es que se trata de uranio y que se trabaja con hidrógeno, que es inflamable, así que los sistemas de seguridad se multiplican.
En la zona del proceso mecánico las pastillas se introducen en barras de circonio, que se ensamblan formando los elementos combustibles que posteriormente se introducen en grandes contenedores, listos para salir por carretera al continente europeo o por barco a los países escandinavos a través del puerto de Santander.
Diseñado en España, comprado por China. A lo largo del proceso, Enusa ha desarrollado su propia tecnología. Aunque parezca mentira, nos cuentan que en todas las fábricas del mundo se inspeccionan a mano, una por una, todas las pequeñas pastillas antes de introducirlas en las barras. Sin embargo, la empresa española diseñó un sistema que permitía hacerlo por láser, con un robot que va descartando las defectuosas.
Este proyecto de I+D finalizado en 2003 y perfeccionado en años posteriores está implantado en Juzbado para sorpresa y admiración de otros productores internacionales y ya ha sido vendido a China. «A los chinos solo se lo vendes una vez, así que le tienes que poner un precio caro», bromea Javier Montes en alusión a la famosa capacidad de los asiáticos para copiar tecnología. En la actualidad la compañía también trabaja en el desarrollo de un escáner para inspeccionar los elementos combustibles antes de la salida de la fábrica.
Junto a la mina de uranio de Retortillo. En los últimos tiempos se habla mucho de uranio en Salamanca, pero no es por esta fábrica —cuya existencia pasa desapercibida para la mayor parte de la población local—, sino por la mina de uranio a cielo abierto que quiere explotar la empresa australiana Berkeley en Retortillo, a unos 60 kilómetros de Juzbado, lo que ha provocado protestas por el impacto medioambiental que puede ocasionar este proyecto que retoma la tradición minera de la provincia. La explotación de uranio de Saelices el Chico, que duró 25 años, fue cerrada en 2001. “Hay gente que dice que se instaló la fábrica aquí por la mina, pero no es cierto», asegura Javier Montes. De hecho, a Enusa no le sirve de nada el uranio que se extrae directamente de la tierra. Tiene que pasar por varios procesos hasta convertirse en el óxido de uranio enriquecido que entra en la fábrica en forma de polvo, así que a pesar de estar al lado, en el hipotético caso de que la mina se ponga en marcha alguna vez, la materia prima viajaría miles de kilómetros para entrar en los mercados internacionales antes de volver a Salamanca. El coste sería el mismo que si se extrae en cualquier otra parte del mundo.
En realidad, el emplazamiento responde a varios motivos y uno de ellos sí tiene que ver con la existencia de la antigua mina: las autoridades locales estaban familiarizadas con el sector. La presencia de una universidad prestigiosa que forme trabajadores cualificados es otra de las claves. El resto tienen que ver con las características técnicas del terreno y sus alrededores. «Estamos sobre una roca granítica muy estable y la sismicidad es muy baja», indica el director, «si alguna vez ocurre un terremoto devastador, se vendrá abajo antes la catedral de Salamanca».
En teoría, ningún elemento peligroso sale de las instalaciones y después de Fukushima las medidas preventivas se incrementaron ¿Todas estas consideraciones implican que existe algún riesgo para el entorno? En teoría, ningún elemento peligroso sale de las instalaciones y después de Fukushima las medidas preventivas se incrementaron. Las chimeneas de la zona en la que tiene lugar el proceso cerámico miden constantemente la calidad del aire que sale al exterior. El agua se almacena en arquetas antes de ser vertida y allí se toman muestras no solo químicas y biológicas, como en cualquier otra industria, sino también radiológicas.
10.000 veces menos radiactivo. Aun así, el Consejo de Seguridad Nuclear les exige una vigilancia de 10 kilómetros a la redonda que implica recabar todo tipo de datos, desde el análisis de las aguas a la toma de muestras vegetales. El límite legal es de 0,1 milisievert, la unidad que se utiliza para medir la dosis de radiación absorbida por la materia viva. «Tenemos 10.000 veces menos de lo exigido», aseguran. Es decir, que la radiación es insignificante, pero aun así nunca hay que bajar la guardia: «La idea es mantener los niveles tan bajos como sea económicamente posible».
Para el personal, las medidas de seguridad son muy estrictas, especialmente en la zona del proceso cerámico, a la que hay que acceder con especial protección: mono o bata blanca, guantes, calzado especial, gorro y un dosímetro personal para medir la radiación absorbida. Al salir nos pasan un detector por todo el cuerpo. «¿Habéis tocado algo?» La pastillita… Tenemos que lavarnos las manos a pesar de que llevábamos guantes.
(Fuente de información, reportaje publicado en el CONFIDENCIAL)